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Por Su Propia Mano, Sobre Papiro: Una nueva visión sobre los papiros de José Smith - Capítulo Quince y Dieciséis y Diecisiete

Por Su Propia Mano, Sobre Papiro: Una nueva visión sobre los papiros de José Smith - Capítulo Quince y Dieciséis y Diecisiete

CAPÍTULO QUINCE

Más Allá de las Racionalizaciones

"Les doy mi testimonio," dirá un mormón, "que la Iglesia SUD es verdadera. Sé que José Smith fue un profeta verdadero, y que la Iglesia es dirigida hoy por un profeta. Sé que el Libro de Mormón es verdadero, que es la palabra de Dios, y que el Libro de Abraham también es la palabra de Dios ... " y así sigue. Virtualmente todo Santo de los Últimos Días ha "dado su testimonio" en una u otra ocasión a su familia o amigos, ante los miembros de su barrio, o para el beneficio de alguien que le gustaría se uniera a la Iglesia SUD. Se anima a los mormones a que así lo hagan en cada oportunidad. De hecho, un servicio mensual de la iglesia es dedicado regularmente para que los miembros compartan públicamente sus testimonios unos con otros,1 y desde muy temprana edad a los niños se les enseña la forma básica, como el uso de términos positivos "Yo sé", en vez de la expresión considerada más débil "Yo creo."

Sin embargo, ¿tal testimonio es una prueba válida de la verdad? ¿es una prueba de la verdad bíblica?

No hay razón para dudar que la mayoría de estos testimonios son honestos y sinceros. Pero esto por sí mismo no es indicación de que sean confiables. Esa porción de un testimonio, que pertenece únicamente a cosas mormonas, usualmente sigue después de una impresionante presentación de los Santos de los Últimos Días sobre un tema como la Primera Visión de José Smith, el Libro de Mormón o el Libro de Abraham. Una vez convencidos, los mormones aprenden a considerar la convicción que sienten como "el testimonio del Espíritu Santo" de que lo que han aceptado es verdadero — y esto es considerado una prueba absoluta, inquebrantable.2

Entonces, el poder real de un testimonio mormón realmente puede ser una trampa en la que cae una persona al no darse cuenta de que, literalmente, podemos convencernos a nosotros mismos de cualquier cosa, si queremos creerlo muchísimo.

Sin embargo, es un doloroso hecho de la vida que la sinceridad no es una garantía de no estar equivocado. La fe debe tener alunas bases en los hechos. Para que un testimonio sobre cualquier cosa sea válido, debe haber algo que lo apoye, servir como testigo de ello. A la inversa, no debe haber nada que lo desacredite legítimamente.

En tanto que la iluminación espiritual o fe es una medida válida en las cuestiones espirituales, la verdadera iluminación espiritual nunca contradice directamente a la iluminación intelectual válida o hechos en el mundo físico. La fe puede ir más allá de la razón, pero no va contra ella. Nunca contradice descaradamente los hechos que percibimos con nuestro sentido común, dado por Dios. La fe y el hecho apuntan en una misma dirección. Cuando no lo hacen, algo está terriblemente equivocado. Este es el por qué, en los asuntos espirituales, somos amonestados a "no creer en todo espíritu, sino probar si los espíritus son de Dios" (I Juan 4:1) y a "examinar todas las cosas, retened lo bueno" (I Tesalonicenses 5:21). Dios usualmente no crea la fe por medio de ofrecer primero evidencia, sino hasta cierto punto. Proporciona la evidencia necesaria para apoyar la fe verdadera. Un mormón cree que su testimonio sobre el Libro de Abraham está apoyado por pruebas basadas en hechos reales, pero una investigación cuidadosa muestra que no existen tales pruebas, mientras que hay una evidencia abrumadora en contra. En la ausencia de evidencia válida para el objeto de esta fe, el Santo de los Últimos Días es dejado únicamente con sentimientos subjetivos, que son poco convincentes. Para ser objetivo, uno debe estar deseoso de examinar la evidencia tanto a favor como en contra de los reclamos religiosos.

Desgraciadamente, un testimonio mormón no puede ser mantenido exitosamente de esta manera, y muchos mormones rehusarán intentarlo. Como resultado, el testimonio optimista SUD más bienintencionado, no es válido porque falla en dirigirse completamente a la verdad.

Sin embargo, esto no es para decir que todo el testimonio mormón no es valido.

Como toda la gente honesta y sincera, loa Santos de los Últimos Días tienen conocimiento de primera mano del valor de cosas tales como la lealtad, integridad, paciencia, frugalidad, modestia, un deseo de conocer a Dios y, por supuesto, amor. Todas estas cosas forman la mayor parte de lo que los mormones creen y tratan de representar. Sin embargo, las normas elevadas solas pueden proporcionar únicamente un sistema de verdad parcial, en el mejor de los casos. Un deseo de aceptar los hechos como son, y aprender a usarlos para probar los puntos de vista que uno tiene, en vez de caer en la experiencia subjetiva o las racionalizaciones, es el primer paso hacia el descubrimiento de la verdad genuina.

CAPÍTULO DIECISÉIS

¿Importa Realmente?

En el largo camino, ¿realmente importa todo esto? Esta es una pregunta muy importante. Para la persona que duda de la existencia de Dios o siente que Dios no está del todo interesado en la verdad, probablemente no. La cuestión de la autenticidad del Libro de Abraham y las afirmaciones exclusivas de la Iglesia Mormona, después de todo es principalmente religiosa, y para quienes no sostienen afecto a una doctrina real, el tema no debe parecer del todo importante. Para un estilo de vida placentero una cosa puede parecer tan importante como otra, y si está bien organizada e impresionante, tanto mejor.

Sin embargo, la promesa última de un sistema religioso yace no en su estilo de vida — sus edificios, programas o fraternidad — sino en su habilidad para reconciliarnos con Dios. La habilidad del mormonismo para encontrar esta necesidad permanece o cae con la afirmación que sus escrituras (incluyendo al Libro de Abraham) son revelaciones verdaderas de Dios. Si esta afirmación es falsa, el sistema — no importa cuán admirable — es inválido y engañoso. Sus promesas están vacías, no puede "entregárselas."

De nuevo, este punto puede no importar a aquellos que no creen que hay un Dios, y que tiene un plan para nuestras vidas. Pero debe importar mucho a quienes están tratando genuinamente de saber y obedecer a voluntad de Dios.

Este libro en capítulos previos ha tratado extensamente temas tales como acomodo, racionalización e intereses personales, y discutido las maneras en que cada uno puede tener su propia influencia sobre los Santos de los Últimos Días que han estado expuestos a la controversia. Sin embargo, en este punto puede ser útil para el lector obtener una idea de la extensión en la que algunas personas pueden ser afectadas por tales cosas.

En las páginas 182-187* hay reproducciones fotostáticas de cuatro cartas, cubriendo un periodo de cuatro años, escritas por un hombre llamado Thomas Stuart Ferguson. El Sr. Ferguson, ya fallecido, con frecuencia es recordado por los viejos Santos de los Últimos Días como un incondicional defensor de la fe quien, entre otras cosas, estableció la Fundación Arqueológica Nuevo Mundo en la Universidad Brigham Young. Ferguson, en una ocasión oficial general de la Sociedad para la Arqueología Histórica Temprana de la BYU, escribió el popular libro SUD One Fold and One Shepherd, [Un Rebaño y Un Pastor], y fue coautor con el Apóstol Milton R. Hunter del libro Ancient America and the Book of Mormon [La América Antigua y el Libro de Mormón]. Durante muchos años Ferguson había tratado de descubrir y presentar pruebas para las afirmaciones mormonas en el campo de la arqueología, e incluso había recibido fondos sustanciales de la Iglesia SUD para llevar adelante estos esfuerzos. Entonces, en 1968, fue atrapado en la controversia del Libro de Abraham,

Aunque de vez en cuando han aparecido extractos de estas cartas en varias obras impresas durante varios años pasados, esta es la primera vez que estas cartas han sido publicadas completas.1

Una red de seguridad en la que muchos mormones cayeron cuando fueron confrontados con la evidencia perjudicial para su sistema de creencias — como las que presenta el caso del Libro de Abraham — es para razonar a lo largo de estas líneas: "si realmente había algo malo, fulano de tal (cualesquiera de varios académicos bien conocidos e intelectuales de la Iglesia) que entiende mucho más de lo que nunca entenderé del tema, lo habría descubierto y dejado la Iglesia. Pero no hay tal."

Las cartas de Thomas Stuart Ferguson ilustran la falacia de tal razonamiento, porque su estudio nos lleva a rechazar el reclamo de José Smith a la revelación divina, aunque Ferguson mantuvo en privado estas conclusiones. Sus conclusiones fueron compartidas únicamente con muy pocos durante su vida, y cuando murió Ferguson, era un miembro con plenos derechos en la Iglesia SUD, respetado por muchos que pensaban que compartían sus creencias religiosas.

Sería una seria equivocación pretender que todos, o incluso los mormones más inteligentes caerán en la categoría de Ferguson, porque una gran mayoría son innegablemente sinceros en sus creencias. Pero, de hecho el mismo Ferguson dijo que el número de mormones quienes "gozan de las cosas buenas y mantienen sus bocas cerradas" eran miles."2

Para ser cándido, parece haberse puesto casi de moda para muchos redefinir sus principios de una manera similar, todo en el resonante nombre de la "caridad" o la "tolerancia." Aquellos que se afierran a esta actitud mas bien condescendiente de "conservar las apariencias en bien de los demás" parecen sentir que están haciendo un gran favor a su prójimo, protegiéndolos, por así decirlo, del "abismo de muerte y extinción" que perciben como "la verdad real."

Desgraciadamente, sus acciones corren el riesgo de producir mucho más daño que el bien que intentaban hacer originalmente. Es irreal esperar que la gente permanezca ignorante indefinidamente. Cuando un individuo falla en responder abierta y honestamente a tal problema, solamente pasa el problema — y el dolor de tratar con él — a alguien más, multiplicando ignorancia y dolor en el proceso. Para una persona insincera es una cosa el decidir que goza estar "cómodo," pero totalmente otra cuando lo haga a expensas de otros que son sinceros, permitiéndoles que un día también descubran que han sido engañados.

¡Tanto potencial de dolor para los seres queridos y las futuras generaciones puede ser evitado! ¿Cómo? Colocando la verdad antes que la conveniencia, siendo honestos con nosotros mismos y con los demás.

El asunto de encontrar retos a nuestra fe realmente no importa, lo que importa es la verdad. La Biblia nos da la promesa que "la verdad os hará libres" (Juan 8:32) — y eso incluye ser libres del engaño.

También hay otra clase de libertad que podemos experimentar, y es el tema del siguiente y último capítulo.

CAPÍTULO DIECISIETE

La Alternativa: Cristianismo Bíblico

Charles M. Larson con Floyd McElveen.

Un joven mormón me preguntó una vez si personalmente sentía que el mormonismo era "cristiano." "Sé que todos los casos pueden ser considerados por separado", me dijo, "y que solamente Dios puede juzgar verdaderamente el corazón de una persona — pero quiero saber si usted considera que mi iglesia sea ‘cristiana,’ en sus términos, del mismo modo que piensa que su iglesia es ‘cristiana.’"

Lo que aparentemente no sabía la joven mujer es yo mismo una vez había sido un creyente y dedicado Santo de los Últimos Días. Después de pensarlo un momento, le dije que sentía que la proporción de cristianos ortodoxos que consideraban que el mormonismo era cristiano, probablemente era la misma de los Santos de los Últimos Días que consideran a la cristiandad ortodoxa aceptable a la vista de Dios.

Hubo una pausa antes que respondiera y sospeché que estaba recordando, como yo, las palabras memorizadas del popular relato de la Primera Visión de José Smith:

... Había sido mi objeto recurrir al Señor para saber cuál de todas las sectas era la correcta. . . Pregunté a los Personajes que estaban en la luz arriba de mí, cuál de todas las sectas era la verdadera, y a cuál debía unirme ... Se me contestó que no debía unirme a ninguna, porque todas estaban en error; y el Personaje que me habló dijo que todos sus credos eran una abominación a su vista, que todos aquellos profesores se habían pervertido" ... (Perla de Gran Precio, Historia de José Smith 1:18, 19)


"Esa fue una respuesta muy buena," respondió finalmente, obviamente sorprendida. También yo. No tomo crédito por la respuesta, creo que Dios me la dio para usarla en ese momento en particular.

Queda el hecho de que a los Santos de los Últimos Días les gustaría mucho ser reconocidos como parte de la comunidad cristiana y llamados por la etiqueta de "cristiano." Esto, a pesar del hecho que consideran que los cristianos ortodoxos (miembros de "las sectas," como los llaman) están en una condición apóstata; incompleta en el mejor de los casos, corrupta en el peor. La Iglesia SUD sostiene que la "Apostasía" de la Cristiandad fue la razón para la "Restauración" que las enseñanzas del mormonismo se supone representan. Todo creyente Santo de los Últimos Días basa su aceptación de la Iglesia Mormona sobre esta premisa. Por supuesto la acusación mormona que el cristianismo ortodoxo es apóstata, supone que el mormonismo es verdadero por sí mismo. Pero, como este libro ha demostrado, la abrumadora evidencia prueba otra cosa. Sin embargo, el Santo de los Últimos Días que descubre que su organización no es lo que pensaba que era, no es abandonado solamente con la alternativa del "abismo de muerte y la extinción," como sugería Ferguson. Todavía queda el cristianismo bíblico, esperando ser examinado y probado en sus propios términos.

Sin embargo, algunas personas están confundidas por la diferentes denominaciones cristianas. "¿Por qué hay tantas iglesias?" preguntan, "¿Y cuál es la iglesia verdadera?" A falta de una mejor analogía, esto es como ir a comprar un jarrón para poner algunas flores, y al ver diferentes estilos exclamar "Pero, ¿cuál es el jarrón correcto?"

El hecho es que los jarrones pueden diferir bastante en tamaño y forma, y aún compartir los mismos requerimientos esenciales, necesarios para sostener las flores. Y así es con las diferentes denominaciones dentro del cristianismo ortodoxo. Aunque difieran bastante en la apariencia externa (asuntos doctrinales secundarios, estilo de adoración, etc.), comparten lo esencial del cristianismo bíblico. Ninguna de estas denominaciones es la Iglesia verdadera. En cambio, todos los creyentes verdaderos en estas iglesias, son parte de lo que el Nuevo Testamento llama el "Cuerpo de Cristo" (1 Corintios 12:27; Efesios 5:25-32), la Iglesia Universal.

Las congregaciones cristianas locales son vehículos temporales para la adoración, la hermandad, la edificación de los creyentes. Es natural que un cristiano quiera llegar a ser parte del una asamblea local de creyentes, en la que pueda encontrar ánimo y edificación, y la Escritura nos manda buscar tal camaradería (Hebreos 10:25). Sin embargo, la Biblia aclara que la salvación de una persona está basada en su relación con Jesucristo, no en la membresía en una congregación cristiana.

A continuación está un resumen de las doctrinas esenciales del cristianismo histórico, bíblico, compartido por todos los cristianos ortodoxos, sin tomar en cuenta las etiquetas denominacionales:

La Biblia es la revelación de Dios, única, final e infalible. Es este fundamento sólido de los escritos inspirados de los apóstoles y profetas (Efesios 2:20), sobre los que se estableció la Iglesia Cristiana, siendo Cristo mismo la piedra angular.

Hay solamente un Dios (Isaías 44:6, 8) y ha existido eternamente como Dios (Salmos 90:2). Es el Creador de todas las cosas, pero Él mismo es auto-existente e increado.

Un pasaje bíblico en el que Jesús mismo reúne las enseñanzas del Antiguo y Nuevo Testamentos sobre este punto en Marcos 12:28-34, donde Cristo es cuestionado por los líderes religiosos judíos. Uno de ellos le pregunta, "¿Cuál es el primer mandamiento de todos?" El Señor Jesús responde citando la gran confesión de fe del Antiguo Testamento encontrada en Deuteronomio 6:4, 5 — "El primer mandamiento de todos es: Oye Israel; el Señor nuestro Dios, el Señor uno es.." La respuesta del escriba muestra tanto que apoya completamente la respuesta de Jesús, como que los judíos comprendían el pasajes del Antiguo Testamento que Jesús había citado para enseñar que solamente hay un Dios: "Entonces el escriba le dijo: Bien, Maestro, verdad has dicho, que uno es Dios, y no hay otro fuera de él" Jesús, a cambio, da su aprobación a la declaración de fe del escriba: "Jesús entonces, viendo que había respondido sabiamente, le dijo: No estás lejos del reino de Dios." Otras Escrituras importantes que enfatizan que hay solamente un Dios incluyen Isaías 43:10, 11; 44:6, 8; 45:21, 22; 46:9)

Todos los hombres nacen en una condición caída, separados de Dios en Su santidad por el terrible golfo moral de pecado. Dios creó al hombre en un estado de inocencia y camaradería con Él mismo, pero esta camaradería fue rota por la pecaminosa desobediencia de Adán y Eva. Su desobediencia desató el poder del pecado y la muerte en el mundo. De este modo, todos los hombres nacen con una naturaleza pecaminosa, y serán juzgados por los pecados que cometan (Ezequiel 18:20), a menos que reciban el ofrecimiento de la gracia de Dios a través de Jesucristo. Romanos 3:23, 24 dice que: "Por cuanto todos pecaron y están destituidos de la gloria de Dios, siendo justificados gratuitamente por su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús." La Palabra de Dios nos describe como "muertos en vuestros delitos y pecados" (Efesios 2:1, 5). No podemos hacer nada por medio de nuestras propias obras o mérito para remediar nuestra separación de Dios, los muertos no tienen poder para ayudarse a sí mismos.

La santidad y el amor son atributos iguales del carácter de Dios. La santidad de Dios demanda que El juzga todo pecado. Sin embargo, su amor le ha llevado a tomar medidas de gracia para salvar a la humanidad. Los atributos de santidad y amor de Dios son reflejados, respectivamente, en la ley moral del Antiguo Testamento (diez mandamientos) y la ley ceremonial (sistema de sacrificio de animales). La ley moral fue dada al hombre para hacerlo consciente de su inhabilidad para satisfacer las demandas de santidad perfecta de Dios (Romanos 5:20; 7:7; Gálatas 3:19), y la ley ceremonial fue dada para señalar a la provisión de gracia de Dios de expiación y reconciliación que, finalmente, fue consumada en Jesucristo, "el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo" (Juan 1:29; vea también Hebreos 9:11-14; 10:1-14).

Jesucristo es Dios, co-igual y coeterno con el Padre y el Espíritu Santo; Padre, Hijo y Espíritu Santo no son Dioses separados, sino que son Personas dentro de la Divinidad Trina. Como hemos visto, Jesús reafirmó las enseñanzas del Antiguo Testamento, de que solo hay un Dios. Al mismo tiempo, el Nuevo Testamento aclara lo que se vislumbra en el Antiguo (Génesis 1:26; 11:7), que hay tres Personas en la Divinidad (Mateo 28:19, 20; 2 Corintios 13:14; 1Pedro 1:2). Por lo tanto, debemos entender razonablemente que Dios es Trino.

Mientras que nunca dejó de ser Dios, en el tiempo señalado el Hijo, voluntariamente, dejó a un lado la gloria que compartía con el Padre y llegó a ser carne para nuestra salvación (Juan 17:4, 5; Gálatas 4:4, 5; Filipenses 2:6-11). Su encarnación se cumplió al ser concebido por medio del Espíritu Santo y nacer de una virgen. En la cruz Él tomó los pecados personales de todos los hombres — pasados, presentes y futuros — en su propio cuerpo y soportó el juicio de Dios en lugar nuestro (1Pedro 2:24). La expiación de Jesús fue ante todo una solución para el problema de nuestro pecado. Su sangre derramada propició (satisfizo) las demandas de santidad de Dios (1Juan 2:2) y es la base única por la que Dios puede concedernos perdón y salvación eterna.

Dios, que es "rico en misericordia" y "no desea que ninguno perezca," reveló su amor identificándose con nosotros. Maravilla de maravillas, Jesús, el Creador de este universo y de todo lo que hay en él, cumplió siglos de profecías de palabra y obra. Millones de corderos fueron sacrificados en los altares judíos en su nombre, el Cordero de Dios. Su sangre derramada en la cruz cuando soportó tus pecados y los míos, con dolor increíble y abandonado por Dios y el hombre, pagó por siempre la deuda del pecado, y el pecado es todo lo que nos ha o pudo separarnos de Dios. ¡Nada quedó por hacer, añadir o pagar para nuestra salvación completa y eterna! Insinuar tal cosa es rebajar el sacrificio de Jesús como si no fuera todo suficiente (Gálatas 2:21), y minimizar su gran amor.

El no murió solo para que nosotros resucitáramos de los muertos. Todos los hombres son resucitados, algunos para condenación eterna en el Lago de Fuego (Juan 5:29; Apocalipsis 20:14-15). La muerte brutal, sangrienta del Hijo de Dios sobre la cruz, es el testimonio gráfico para el hecho de que ya somos una raza perdida, condenada (Juan 3:18), noche y día en peligro de hundirnos en una eternidad perdida en el Infierno. Estar en el Infierno es estar sin esperanza, sin Dios, en un lugar de tormento, el Lago de Fuego (Apocalipsis 20:14-15). El Salvador sabe esto. Lloró por nosotros, como lo hizo por Jerusalén (Lucas 19:41-44). Él rogó para que fuéramos salvados ‘ahora’ (2Corintios 6:2), ya que conoce el horror del Infierno, la necesidad urgente de ser salvos de nuestro pecaminoso ‘hacer lo que nos venga en gana,’ actuar como nuestro propio dios.

El Salvador también desea ardientemente morar en nosotros, tener una dulce asociación con nosotros. Para esto fuimos creados. Quiere que le traigamos gloria y traigamos a otros a Su reino. Desea ardientemente derramar Su amor sobre nosotros, pero no puede asociarse con nosotros en nuestra santurronería y pecado. Quiere que tengamos una nueva calidad de vida aquí, con paz, y certeza y gozo en Él, y entonces compartir para siempre la gloria del Cielo con Él. Quiere que comprendamos que no llegamos a ser criaturas nuevas por nuestro propio esfuerzo, sino por ‘buenos’ y religiosos, y entonces invitarlo a nuestras vidas. Somos limpiados de nuestros pecados y hechos hijos de Dios con una nueva naturaleza, cuando Él entra a nuestra vida y nos volvemos "nuevas criaturas en Cristo" (2Corintios 5:17). Quiere que estemos absolutamente seguros de que iremos al Cielo y no al Infierno (1Juan 5:9-13). No más pena, muerte, lágrimas, separación, congoja, maldad, guerra, pecado, en lugar de ello, belleza incomparable, gozar de Su gran amor y compartir el Cielo con Él y ser todos salvos para siempre en Su familia. Esto es por lo que Él murió, por lo que derramó su sangre en agonía, por lo que se levantó de nuevo y conquisto la muerte, para salvar a gente como usted y como yo, ahora y para siempre. ¡Oh, cómo nos ama! La cruz demuestra eso. Él quiere darte nueva vida en Él, ahora mismo. Eso es lo que quiere. ¿Qué quieres tú?

Querido lector, por medio de una sencilla oración de fe puedes decidir hoy recibir la oferta gratuita de Dios de la salvación. Reconocer tu propio desamparo y el obsequio precioso de Jesús en la cruz, solo necesitas confesar tu pecado y pedir a Dios que te perdone y te salve por medio de la sangre de Jesucristo. La Palabra de Dios declara: "Que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación." (Romanos 10:9, 10).

La promesa de la Palabra de Dios es clara y cierta, "Mas todos los que le recibieron (a Jesucristo), a los que creen en su nombre, les dio potestad para ser hechos hijos de Dios" (Juan 1:12). Si estás de acuerdo con los que Dios ha dicho en Su Palabra, que estás separado de Él por tu pecado, y comprendes las buenas nuevas de que Jesucristo murió en lugar tuyo para que fueras perdonado, ¿por qué no inclinar tu cabeza ahora y pedirle a Dios que te salve?

La siguiente oración puede ayudarte a expresar tu decisión de colocar tu fe completamente en Jesucristo y pedirle que te salve:

"Querido Señor: Hoy reconozco ante ti que soy un pecador y no llego a tus santas demandas. Comprendo que necesito reconciliarme contigo, y que no puedo hacerme aceptable a Ti por medio de buenas obras. Creo que me amas y enviaste a Jesucristo a morir en la cruz en mi lugar, para que por medio de Él pueda ser perdonado y aceptado por ti. Aquí y ahora te pido que me perdones y me salves por medio de Jesucristo. Ruego esto en el nombre de Jesús, amén."

Si has orado para recibir a Jesucristo como tu Salvador personal, considera cuidadosamente las palabras de Juan 6:47: "De cierto, de cierto os digo: El que cree en mí, tiene vida eterna." Creer, recibir, llamar, y ‘abrir la puerta" (Apocalipsis 3:20), son expresiones, más o menos intercambiables, usadas en la Biblia. Significan que la clase de creencia del corazón (no de la cabeza) que salva, es la clase que hace una decisión definitiva en algún momento para aceptar, recibir, creer, llamar a Cristo.

"El que cree en el Hijo, ya tiene la vida eterna." Así que, ¿qué es lo que tienes ahora mismo, si verdaderamente creíste en Jesucristo cuando lo llamaste? ¿Qué clase de vida? ¿Dónde están tus pecados? ¿Quién los tiene? ¿Puede alguien o algo quitarte esta ‘vida eterna’? ¿Adónde irías si fueras a morir ahora mismo?

Si te das cuenta que Jesucristo ha llegado a tu vida, te ha salvado, y te ha dado vida eterna, si ahora sabes, basado en la Palabra de Dios, que si murieras irías al Cielo para estar con el Señor Jesucristo, por favor inclina tu cabeza y agradécele por salvar tu alma. Luego diles a otros que has sido salvo sencillamente por confiar en Jesucristo, e inmediatamente comenzar una vida de obediencia a Él. Esto demostrará la realidad de tu salvación. Si todavía tienes duda, puede que realmente no creas en Él, y que Él salva solamente por la fe. O no puedes entender. O puedes estar aferrado a algún pecado, o alguna enseñanza falsa que no desea entregar a Jesús.

Sin embargo, más frecuentemente esperas por alguna "sensación" que confirme tu salvación. No somos salvados por ‘sensaciones’, sino por fe en Jesús, y en lo que la Palabra de Dios dice acerca de salvarnos cuando confiamos en Él. Las sensaciones vienen y van, pero descansar en la Palabra de Dios es lo que nos da la seguridad permanente de nuestra salvación. Llamar a Jesús para salvarnos, y luego preguntarnos si lo hizo, significa que dudamos de Su integridad. En esencia, esto hace de Dios un mentiroso — 1 Juan 5:10. También lanza dudas sobre Su amor. ¿Te amaría lo suficiente para morir por ti en absoluta tortura y sangre, y luego rechazarte cuando Le llames para salvarte?

Las sensaciones son importantes — Dios nos dio las emociones, pero nuestra salvación nunca estará basada sobre sensaciones. Son demasiado indignas de confianza, engañosas a veces, y fluctúan demasiado. Nuestra salvación está basada sobre la Palabra de Dios. El Espíritu de Dios actúa sobre la Palabra de Dios como nosotros confiamos en Jesús, para producir el nuevo nacimiento en nuestros corazones (1Pedro 1:23; Romanos 10:17).

Si un hombre honesto nos promete $1000 simplemente por pedirlos, y le pedimos los $1000, él debe darnos el dinero, sin importar cómo nos sentimos o no, o cualquier otra consideración. Dios es más honesto que cualquier hombre. Si le pides a Jesús que te salve, puede saber, basado en Su promesa, que tienes a Jesús y Su salvación.

Finalmente, saber que eres salvo, porque Dios así lo dijo, ¡una y otra vez traerá gran gozo y paz a tu corazón! Puedes memorizar Juan 6:47 y Romanos 10:13, y usarlos como una suave almohada para una cabeza cansada para el resto de tu vida, sabiendo que, si murieras, irías al Cielo para estar con Jesucristo para siempre. Mantén el orden: Hecho, fe, y sentimientos. Algunas veces Dios retira todas las sensaciones, para que podamos desarrollar y caminar por la fe. Entonces, el gozo en Él finalmente se incrementa.

Regocíjate en Él y Su salvación, y vive obedientemente para Él el resto de tu vida. Lee la Biblia, ora, sírvele en la iglesia y ámale con todo tu corazón.

Si quisieras más consejo sobre este asunto, o si tienes preguntas sobre algo discutido en el libro, estás cordialmente invitado para contactar el editor.

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